Hipertensión Arterial
¿Qué es la Hipertensión arterial?
Se calcula que en México existen unos 650.000 pacientes que sufren hipertensión arterial refractaria, es decir, no responden al tratamiento. Se trata de un tipo de hipertensión que, a pesar de la administración de tres o más fármacos en dosis adecuadas, las cifras de tensión arterial permanecen elevadas por encima de 160/90 mm de Hg. El porcentaje de pacientes refractarios (que no responden al tratamiento médico) oscila según comunidades, pero la media se sitúa alrededor del 10% del total de los hipertensos.
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Debemos diferenciar dos tipos de pacientes hipertensos:
- Pacientes en que sí existe una causa que provoca la tensión arterial elevada, hipertensión que se denomina secundaria.
- Pacientes en que no existe un factor que la origine, casos en los que la hipertensión se califica como esencial. Este segundo tipo es el más frecuente y el que afecta a la mayoría de los pacientes hipertensos.
La hipertensión esencial suele caracterizarse por la retención de sodio (sal), retención de líquidos y hacerse estrechas las arterias de pequeño calibre. Para resolver estos síntomas, se prescriben al paciente fármacos diuréticos con el objeto de eliminar la sal y de reducir el volumen de líquido. Asimismo, se les administran vasodilatadores para evitar el estrechamiento de las pequeñas arterias (arteriolas), además de otros fármacos que actúan inhibiendo el denominado sistema renina-angiotensina, responsable de la tensión arterial elevada.
A pesar del medicamento prescrito, hay un porcentaje (aproximadamente un 10%) de pacientes hipertensos que no responden a los fármacos. «Hay que tener en cuenta que las órdenes que recibe el riñón para retener sodio y líquidos, así como para reducir el flujo de sangre al órgano renal, le llegan desde el cerebro a través del sistema nervioso simpático y de sus prolongaciones nerviosas, localizadas alrededor de la arteria renal».
Riesgos de la Hipertensión Arterial
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Una hipertensión mal controlada y prolongada en el tiempo puede provocar efectos perniciosos agudos y crónicos. Entre los primeros figuran la hemorragia cerebral, la disección de la aorta, las arritmias paroxísticas (no permanentes) y como consecuencia de estas, las embolias, entre otros.
En la descripción de los efectos crónicos, el facultativo se detiene en los cardiovasculares, entre los que destaca «la hipertrofia (engrosamiento) del ventrículo izquierdo que puede ocasionar, además de arritmias por fibrilación auricular permanente, con los años, insuficiencia cardiaca debida al fallo de este ventrículo».
Otro riesgo importante es la afectación que provoca la hipertensión en el sistema arterial. «Si todo el sistema cardiovascular está sometido a una presión importante, la consecuencia puede traducirse en una disfunción de la pared arterial. Esta alteración permitiría que en dichas paredes se asiente la arteriosclerosis, entre ellas las más graves, la coronaria y la cerebral, origen de anginas de pecho, infartos de miocardio, muerte súbita, así como infartos cerebrales y embolias cerebrales, respectivamente».
Además, la arteriosclerosis puede provocar, sumada a otros factores de riesgo (diabetes, tabaco, colesterol alto), una vasculopatía periférica (acumulación de placa de ateroma: grasa, colesterol, etc., en los vasos que riegan las extremidades, con la consiguiente obstrucción progresiva de las arterias). Este tipo de vasculopatía da lugar a problemas de claudicación intermitente a la hora de caminar, ya que origina una disminución del flujo sanguíneo arterial en las piernas, causa de un dolor muscular intenso en las pantorrillas.
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